El problema de los orígenes de la escultura gótica es una cuestión compleja. Generalmente se señalan las portadas reales de Saint Denis y de Chartres como los nuevos tanteos de la nueva dirección estilística.
Portada Real. catedral de Chartres. |
Es en Francia donde empezaron a decorar iglesias con esculturas ya en el Románico. La palabra actual de “decorar” es un poco engañosa; ya que la escultura gótica, no decoraba (como lo entendemos hoy), sino que cumplía una función didáctica, es decir de adoctrinamiento de la fe.
El pórtico de la iglesia de St. Trophime de Arlés (1180), al sur de Francia, es uno de los ejemplos más completos en esta dirección, pero todavía en estilo románico. Su portada recuerda a un arco del triunfo romano. En el tímpano nos muestra a Cristo en Gloria, rodeado de los símbolos de los cuatro evangelistas.
En la parte baja del dintel observamos a los doce apóstoles sentados, a la izquierda de Cristo, aparece una fila de personajes desnudos y encadenados, son los que son conducidos al infierno (y han perdido sus almas). A la derecha de Cristo, vemos a los bienaventurados.
Frente a la disposición rígida y solemne de las esculturas de Arlés surge un nuevo lenguaje, a partir de aquí se podía distribuir las figuras de acuerdo con líneas puramente ornamentales. La escultura era una forma de escribir mediante imágenes; y los mismo sucede con los colores. Dado que los artistas no estaban obligados a estudiar o imitar gradaciones de la naturaleza; es decir, podían elegir libremente cualquier color que les gustara. El oro brillante y los luminosos azules de sus obras de orfebrería, los colores intensos de sus libros miniados, el rojo encendido y los verdes profundos de sus vidrieras muestran que no tomaron modelos de la naturaleza. El verse libre de la necesidad de imitar la naturaleza (en realidad a lo que ellos observaban), fue lo que les permitió transmitir esa idea de lo sobrenatural.
Angel de la sonrisa. Catedral de Reims (Francia) |
Las nuevas catedrales proporcionaban a los creyentes un reflejo del otro mundo. Ahora esos himnos de la Jerusalén celestial (Apocalipsis 21); desciende del Cielo a la Tierra, y así se introduce el color y el brillo.
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